Tratamiento complejo para un problema complejo

El manejo del dolor es uno de los mayores retos a los que se enfrentan los sistemas sanitarios¹. Afortunadamente, la investigación en dolor ha producido una gran variedad de tratamientos farmacológicos como anestésicos locales, AINEs, opioides, etc, que son usados asiduamente por los médicos para aliviar el dolor de los pacientes1. Sin embargo, los tratamientos farmacológicos tienen un efecto limitado y pueden presentar efectos adversos^1–3.

Esta falta de éxito en el control del dolor se debe a que está afectado por una compleja acumulación de factores físicos, psicológicos y sociales². Lógicamente, un abordaje correcto sería un conjunto multifacético de intervenciones dirigido a los diversos componentes del dolor². Por todo esto, muchos pacientes e incluso médicos buscan soluciones en la medicina integrativa3 y los individuos con dolor crónico son grandes consumidores de terapias complementarias e integradoras².

La medicina integrativa, a través de una atención personalizada, intenta abordar todas las causas de la enfermedad, teniendo en cuenta la salud y las necesidades del paciente a corto plazo, pero también los efectos a largo plazo de las complejas interacciones biológicas, conductuales, psicosociales y ambientales que influyen en el proceso patológico³.

La actualidad de un abordaje milenario

El yoga es una práctica de origen oriental que integra el cuerpo y la mente⁴. Aunque a veces se considera un simple programa de ejercicios, en realidad es una práctica multimodal que se remonta al menos al 2.700 A.C⁵. Abarca diversos componentes: posiciones corporales (asanas), técnicas de respiración (pranayama) y técnicas de relajación y meditación (samyama)^2,4,5.

Su práctica ha evolucionado a lo largo de la historia. En la antigua India, entre los siglos I y II A.C. su utilidad se centraba en la estabilización de los órganos de los sentidos⁵. Posteriormente, los textos de los siglos XI a XVII describen la práctica del yoga como un medio de entrenamiento de la fuerza, la flexibilidad, el refuerzo del sistema inmunitario y el aumento de la longevidad⁵. Actualmente existen varios tipos de yoga, que se diferencian principalmente por variaciones en la intensidad, dificultad y duración de las posturas, además de variaciones en las técnicas de meditación y respiración⁴.

En la actualidad, su práctica se ha adaptado al entorno cultural de casi todos los países del mundo, con programas principalmente centrados en las posturas⁵. Pero también se ha desarrollado una intensa actividad investigadora que ha demostrado su eficacia como terapia complementaria cuerpo-mente⁵. Se utiliza cada vez más para mejorar los resultados de la atención sanitaria⁵. Por ejemplo, se calcula que en EEUU, al menos 31 millones de personas lo practican para la prevención de enfermedades y el alivio del dolor⁴.

La literatura apoya los beneficios del yoga en numerosos problemas de salud: reducción del estrés, alivio de patologías musculoesqueléticas como la lumbalgia o el dolor de rodilla; problemas digestivos, enfermedades psicológicas, alteraciones del sueño, enfermedades cardiovasculares, diabetes, trastornos inflamatorios y enfermedades inmunológicas⁵. En concreto, el efecto del yoga sobre el dolor está especialmente bien documentado⁵.

El yoga se adapta a la complejidad del dolor

El yoga puede hacer más que simplemente curar los aspectos físicos del dolor. También se ha comprobado que provoca cambios en la cognición y en la regulación emocional. Esto permite a las personas reducir las interferencias que el dolor tiene en su vida cotidiana y en su funcionalidad².

El mecanismo de acción del yoga en el alivio del dolor es complejo, y aún se están investigando las vías por la que se produce. Se sabe que utiliza interacciones descendentes y ascendentes entre el sistema nervioso central y el periférico, que repercuten en la salud fisiológica y emocional, probablemente mediante el control de las respuestas inflamatorias que intervienen en la señalización del dolor⁵.

Los movimientos del yoga son suaves y seguros, lo que alivia el miedo al movimiento. Además, aumentan la conciencia corporal positiva y reduce el catastrofismo que acompaña con frecuencia al dolor. No obstante, aunque el movimiento es una parte fundamental de la práctica del yoga, su verdadera eficacia radica en otros componentes mente-cuerpo, especialmente la meditación⁵.

La literatura confirma que el yoga reduce la hiperactivación del sistema nervioso simpático a través del eje HHS (hipotálamo-hipofisario-suprarrenal) y reduce la carga alostática estabilizando el sistema nervioso autonómico⁵. También aumenta la activación parasimpática a través del complejo nervioso vagal, muy estrechamente relacionado con la práctica del yoga, permitiendo el control de la respuesta inflamatoria a la ansiedad crónica^1,5.

La práctica del yoga facilita la disminución de la percepción del dolor mediante la desconexión cognitiva. Aumenta la tolerancia al dolor y disminuye la ansiedad asociada al reducirse la hiperactivación del eje HHS y la producción de hormonas del estrés. Todo ello gracias a la interacción con estructuras cerebrales como la amígdala, la ínsula y el hipocampo, que controlan la percepción del estrés, el estado de ánimo y las capacidades cognitivas⁵.

Por su parte, la meditación de atención plena ayuda a reducir los pensamientos anticipatorios del dolor que contribuyen a la sensibilización. El yoga y las prácticas de meditación promueven la aceptación, la entrega y la relajación, que conducen a niveles más bajos de percepción del dolor y menor ansiedad y depresión⁵.

Ilustración 1. Reducción del estrés crónico por el yoga y sus consecuencias.¹

El yoga puede incluso inducir cambios anatómicos tras una práctica regular. Un estudio realizado en EEUU analizó las alteraciones anatómicas en la materia gris y blanca del cerebro, demostrando que los yoguis (practicantes de yoga) tenían mayor integridad en la materia blanca intrainsular izquierda que los controles, lo que les permitía soportar más dolor, gracias a su activación parasimpática y a su mayor conciencia¹.

El yoga como herramienta terapéutica frente al dolor

La eficacia real del yoga como herramienta de tratamiento del dolor ha sido controvertida. En 2017, Wieland y sus colaboradores publicaron una revisión Crochrane sobre el uso del yoga para el tratamiento del dolor lumbar. Encontraron que el yoga es más eficaz que la ausencia de ejercicio para mejorar la funcionalidad a medio plazo y el dolor en el corto-medio plazo. Sin embargo, no se encontraron ventajas frente a otros tipos de ejercicio⁶.

A partir de esta revisión han sido numerosos los trabajos que se ha desarrollado después. Por ejemplo, en 2019 se realizó un estudio sobre la viabilidad del uso del yoga en pacientes ambulatorios con dolor crónico. Los pacientes realizaron un programa de yoga de 8 semanas 2 veces por semana, frente al grupo control que recibía el tratamiento estándar. Los objetivos del estudio eran comprobar el impacto del yoga en la intensidad del dolor, su interferencia en la vida diaria y la viabilidad de este tipo de programas en la comunidad².

El estudio concluyó que hubo una diferencia significativa, a favor del yoga, en la respuesta corporal y la intensidad y funcionalidad, demostrándose además que el programa era viable en la comunidad².

En cuanto al dolor de cabeza, un metaanálisis realizado en 2020 sobre 6 ensayos clínicos con un total de 240 pacientes demostró la eficacia a corto plazo del yoga en la reducción de la frecuencia de los dolores de cabeza, reduciendo su duración y la intensidad del dolor, principalmente en los pacientes de cefalea tensional⁷.

Si hablamos de trastornos musculoesqueléticos, una revisión realizada en 2020 analizó 10 estudios con un total de 840 pacientes con artritis reumatoide. En este trabajo, se demostró que el yoga puede ser beneficioso para mejorar la función física, la actividad de la enfermedad y la fuerza de agarre. Sin embargo, la escasa potencia estadística del estudio no permitió demostrar un efecto significativo sobre el dolor, el número de articulaciones inflamadas y las citoquinas inflamatorias⁸.

Otros trabajos se han centrado en la eficacia del yoga en el alivio del dolor lumbar. Por ejemplo, un nuevo metaanálisis realizado en 2020 intentó revisar los resultados de la publicación del equipo de Wieland. Se revisaron 18 estudios controlados aleatorizados del uso del yoga comparado con ausencia de ejercicio y ejercicio habitual en pacientes con dolor lumbar⁹.

El trabajo concluyó que el yoga podría disminuir el dolor a corto y a medio plazo y mejorar la funcionalidad a corto y largo plazo en comparación con la falta de ejercicio. También se concluyó que el yoga tiene el mismo efecto sobre el dolor y la discapacidad que cualquier otro ejercicio o fisioterapia⁹.

Un análisis más general fue el realizado por el equipo de investigación liderado por Crevelário en 2021, que evaluó 10 revisiones sistemáticas sobre la efectividad y la seguridad del yoga para el tratamiento del dolor crónico y agudo. El trabajo encontró que los resultados eran favorables al yoga en comparación con el tratamiento habitual en los casos de dolor lumbar y cervical. Nuevamente, la metodología del estudio no permitió afirmar los beneficios del yoga para otros casos de dolor, o su superioridad sobre otras terapias alternativas⁴.

Por último, una revisión sistemática llevada a cabo en 2021, que evaluó la utilidad de diversos métodos de medicina integrativa (masaje, osteopatía y manipulación espinal, acupuntura y yoga), mostró la utilidad de esta aproximación terapéutica en la reducción del dolor crónico. Además, el trabajo concluyó que la medicina integrativa permite a los pacientes alcanzar el alivio del dolor sin usar tratamientos farmacológicos³.

En todos estos trabajos, no existe unanimidad en cuanto al esquema de la intervención con yoga. Por ejemplo, en el dolor de espalda se usó un programa de 12 sesiones de 75 minutos una vez por semana¹⁰. En otros trabajos se utilizaron 2 sesiones por semana durante 6 semanas⁹. También hubo estudios con programas más intensivos de 2 horas cinco días a la semana durante 12 semanas⁸. En realidad, la práctica del yoga debe ser continua, para obtener los mejores resultados. En lo que sí hay consenso es en la modalidad de yoga, que es mayoritariamente Hatha yoga, o yoga integrativo, que designa los tipos de yoga más usados en occidente, como el yoga Iyengar y Vinyasa o Viniyoga⁴.

Como conclusión, la medicina integrativa, por su carácter multifactorial, se adapta perfectamente a la naturaleza multifactorial del dolor. El yoga es un tipo de medicina integrativa que engloba cuerpo y mente, lo que permite abordar los aspectos psicológicos y los trastornos de estrés y ansiedad que modifican la percepción del dolor. El mecanismo por el que el yoga ejerce su acción en el tratamiento del dolor no está aún perfectamente establecido, pero sí está claro que interviene en la modulación de la transmisión del dolor y en su percepción. Muchos trabajos han intentado establecer la eficacia del yoga en el alivio de diversos tipos de dolor y, aunque la utilidad del yoga ha quedado ampliamente establecida, son necesarios estudios adicionales para comprender la verdadera potencia de este abordaje, que ha despertado un interés creciente tanto en médicos como en pacientes.

Autores

Cayetano Naranjo; Biólogo Molecular y divulgador científico.
Belén Diego; Periodista, medical writer y divulgadora científica.

La medicina integrativa: Yoga y Dolor