El dolor es el más penoso y constante síntoma que acompaña a la enfermedad. Es un síntoma tan viejo como la propia humanidad, siendo una parte inseparable de la misma. La historia del hombre es, de algún modo, la historia del dolor.

El dolor es, por tanto, una vivencia consustancial a la propia existencia del ser humano, independiente de cualquier otro atributo o condición de la persona: edad, sexo, situación social o económica, e incluso del momento histórico¹.

La experiencia de dolor es un fenómeno universal; conocido por todos, vivido por todos en su multitud de variantes y matices. Es lo más humano entre lo humano¹.

La incapacidad de comunicarse verbalmente no niega la posibilidad de que un individuo experimente dolor. El dolor es siempre subjetivo. Cada individuo aprende la aplicación de la palabra a través de experiencias relacionadas con lesiones en la vida².

El dolor es un síntoma de alarma, nos avisa de que algo amenaza nuestra integridad y nos obliga a tomar una actitud rápida que evite mayor daño³.

Se debe entender el dolor como un proceso global y complejo, dual, entendiéndolo tanto como un proceso sensorial como emocional. Esta innegable complejidad, obliga a establecer estrategias terapéuticas también complejas, integrando aspectos psicológicos y sociales en un modelo bio-psico-social³.

Claves para conocer el dolor